Antes siquiera de haber cavilado cualquiera de las opciones, el estómago de la chica se abre con estruendo y la sangre golpea con violencia contra mí, contra las paredes, contra Kenneth. Sólo consigue murmurar "central" antes de morir... Kenneth sale disparado tras el asesino, oculto al final del pasillo, más en un arranque de furia que otra cosa, pienso yo, dejándome con un precioso cadáver y feo moribundo. Bonito percal.
El corazón me va a estallar dentro del pecho si ésto sigue así. Alzo el puño y golpeo sin clemencia al falso poli agonizante, sientiendo cómo el tabique nasal se hace añicos bajo mis dedos, notando su sangre tibia en mi mano. Inmediatamente después del golpe, se desploma. No sé si está desmayado o está muerto. Me importa un carajo.
Y es entonces cuando me sacude el dolor. Todos mis músculos se tensan hasta lo inhumano en un rictus doloroso, el pecho me arde, las articulaciones se me atrofian. Angina de pecho. Rezo al Señor para que sea anginade pecho. Es un momento demasiado jodido para que me de un puto ataque al corazón.
Caigo redondo al suelo, retorciéndome, sollozando más incluso que la ya difunta Lillith, oladas de dolor me recorren desde los pies hasta cabeza, es como si me clavasen navajas en el corazón.
¡Las pastillas! ¡Tengo que llegar a las pastillas que hay en la cocina!
Venga, vamos, maldito viejo, tienes que llegar, tienes que seguir vivo para aclarar toda ésta mierda. Joder, y mira que el médico me dijo que nada de comida china... Si no me muero ahora, me matará él mismo.
Acuclillado, trastabillando, entro en mi piso y me arrastro hasta la cocina. Vamos, abuelete, ya estás cerca. No sé si del final de tu vida o del dolor, pero, sea como sea, estás cerca.
Casi repto sobre el suelo, pasando a través de diversas puertas hasta que... Hasta que... ¡Veo la cocina! Venga, venga, venga, ¡vamos! ¡Sólo está a medio metro! Se me nubla la vista, tengo los pensamientos enturbiados, por un momento contemplo la posibilidad de dejarme vencer, de abandonar éste mundo. Total, Holly ya no está aquí, no volverá nunca. ¡No! ¡Debo seguir vivo! ¡Se lo debo a Lucy y a Dave! Nunca, nunca debo olvidar a mis hijos.
Alargo temblorosamente la mano y agarro con violencia el frasco de pastillas, que abro sin contemplaciones, tirando unas pocas pastillas al suelo. Cojo dos de ellas y las trago con dificultad. Si hubiese tragado cristales rotos me habría dolido menos. Y ahí me quedo, en el suelo, medio tumbado, medio sentado. Esperando mi destino...
Unos minutos más tarde, el dolor ha terminado. No he muerto. Sigo aquí. Van a hacer falta muchos más asesinos de polis para sacarme de éste mundo. Aunque... Je,je,je... Las pastillas son un medicamento derivado del... Es que me parto cuando lo recuerdo... Es un derivado opiáceo... ¡Ja,ja,ja,ja,ja! ¡Joder, estoy colocado! Todo va más lento, siento con fuerza el aire que respiro...
Un chasquido de estática me hace tener lo que los alcohólicos llaman "un momento de lucidez". Es la radio de la poli. Están transmitiendo a toda mecha algo sobre... ¡Joder! ¡Se me había olvidado! ¡La compañera de Lillith! ¡Si vienen aquí esos hijos de puta la acribillarán sin remordimiento algo!
Sudoroso, con la camisa pegada al cuerpo tanto por el sudor como por la sangre, me levanto, tambaleante, y voy andando como un jodido zombi hacia el vestíbulo. Eso sí, antes, me guardo el bote de las pastillas, que seguro lo necesitaré varias veces, y la radio de la policía, la cual apago momentáneamente.
Apoyándome costosamente en las paredes, recorro tan rápido como puedo los escasos metro que separan ambos pisos. Hay algo extrañamente gracioso en todo esto que no sé enfocar... Supongo que será cosa de los medicamentos... ¡Tengo que despejarme la cabeza, demonios!
Finalmente llego a su puerta. Toco insitentemente, pero nadie me bare. Joder, normal, con todo el jaleo que hemos organizado en cinco minutos aquí fuera, a saber quién es el guapo que abre ahora ninguna puerta. Empuño a Joyce y... Un momento... Ésta no es Joy... Aaah... Joder, Joyce está en mi pistolera, ésta es el arma del poli falso. Es igual, el caso es que dispara ¿no? Pues eso es lo que busco. Empuño el arma y la paunto contra la cerradura.
¡BLAM!
La puerta se abre casi como quejándose, humenado a través de su recién abierto y astillado agujero. La cabeza me da vueltas. Caigo de rodillas al suelo, mareado. Tengo que encontrar como sea a la chica, tengo que salvarla.
Pero me encuentro tremendamente mal. Todo va muy lento, y todo da vueltas. Definitivamente, hay algo que funciona mal dentro de mí...
Etiquetas: El Segundo Sol
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