Memorias de un Zombie

Supongo que aquí todo el mundo conocerá, como mínimo, esa joya cinematográfica que es Sin City, adaptación del cómic... perdón, de la novela gráfica... de Frank Miller llevada a cabo por el polifacético Robert Rodríguez.
En el caso de que alguien ni tan siquiera conozca la existencia del susodicho film, puede proceder a arrojarse a las vias del tren. Muchas gracias.
Supongo que también sabréis, o imaginaréis (siendo tales imaginaciones ciertas), que sacaron al mercado una serie de figuras representativas de todos los personajes que aparecen en la película. Evidentemente, yo ansiaba la figura de Bruce Willis encarnando a Hartigan, pero los precios abusivos del merchandising me echaban para atrás.
Hace relativamente poco tiempo, Javi, un colega, abrió su propia tienda de cómics, que dio en llamar Metropolitan. Y entre el (poco) merchandising que tenía se incluía la susodicha figura, solo que, por la chorrada de estar fuera de la caja, su precio se veía reducido unos 5 €uretes o más (no sabría decir la cantidad exacta porque el precio de las figuras embaladas varía según la tienda, aunque nunca las he visto por menos de 20€).
La tentación era enorme. Cada vez que entraba a la tienda a comprar las novedades del mes, que venían a ser unos pocos números de grapa, de esos que, como mucho, y siendo un número especial, cuestan 4 €uretes, me paraba a mirarla. Y si entraba alguien acompañándome, le obligaba a mirarla.
Siempre era igual. "Este mes no, que me viene mal". "Este mes tampoco, que salen dos tomos especiales y me van a sangrar". Y un largo etcétera. Hasta que tomé la resolución de comprar la maldita figura con las estrenas navideñas, una tradición familiar que, por suerte, en mi casa no ha fenecido.
Sin embargo, un par de semanas antes de diciembre, la figura desapareció.
En mitad de la tienda se abrió un agujero en la tierra por donde podía contemplar las llamas del Infierno, y Satanás se reía de mí, llamándome estúpido, mofándose por no haber ahorrado un poquito cada día y haberla comprado antes.
Había perdido mi gran oportunidad de tener una figura de Bruce Willis a un precio competente.
Pasó el tiempo, superé el trauma, y seguí con mi vida, concentrado ahora en seguir dibujando y tratar de conseguir algo de compañía femenina. Sobra decir que el tema del dibujo fue el que obtuvo mejores resultados...
Y aquí viene el gran final. El viernes pasado quedé con un par de viejas amigas, ambas de toma pan y moja, para qué negarlo, y deslizaron sobre la mesa del Café New York un paquete envuelto en colorines chillones y brillitos. Con unos pocos días de retraso (por fuerzas mayores) me estaban entregando un inesperado regalo de cumpleaños.
Seguramente, a estas alturas ya os imaginéis el desenlace, pero a mí me cogió totalmente por sorpresa. Tras el papel se encontraba una flamante figura de Bruce Willis encarnando a Hartigan fuera de su caja.
¡Habían sido ellas quienes, conociendo mi resolución de comprar la figura, se habían adeltantado y la habían hecho desaparecer! ¡La figura de Metropolitan que tantos sueños se me llevó, ahora estaba en mis manos! ¡Tenía un Bruce Willis sólo para mí!
Si ya quería de antemano un montón a ese par de dos, ahora debo alzarles un templo azteca coronado por una pirámide egipcia decorada con esculturas griegas, como mínimo. ¡Bruce Willis!
A día de hoy, mi figura de Bruce Willis (y no me canso de decirlo, MI figura de Brice Willis), vigila mi habitación desde el estante preferente de mi estantería, junto a la figura de Quentin Tarantino que encontré de rebajas en la Fnac.
Sí, soy un chico feliz y afortunado, el karma funciona.
EDITO: Cometí un error bastante inadmisible, y fue olvidar a Carles, quien también participó en el maravilloso regalo, pero no pudo quedar debido a suntos personales. ¡Carles, perdóname!