Memorias de un Zombie

Respecto a la entrada anterior, ocurrió una anécdota que merece especial atención.
La mañana de aquel viernes en el cual íbamos a ir todo a ver la representación recogí las entradas en la taquilla del Teatro Olympia, fila 15, asientos 11, 13, 15, y 17, si mal no recuerdo.
Esa misma tarde, al salir del metro, que estaba abarrotado, descubrí que algún malnacido me había sisado la cartera, mi cartera de Lobezno, con el D.N.I., el Carnet Jove, el carné de socio de Manhattan Cómics, 15 céntimos y, sí, amigos, las entradas para el teatro...
Vaya suerte de mierda la mía y, de rebote, la de mis acompañantes.
Afortunadamente, a última hora, mi tío Vicente (mi tío favorito), primero telefónicamente y después en taquilla junto a mí, nos salvó la papeleta y pudimos entrar todos al teatro.
El acomodador tenía el aviso de que, si entraba alguien con MIS entradas, fuese conducido amablemente a la garita del guardia y, posteriormente, a comisaría.
A los pocos días, todos mis documentos aparecieron en la parada de metro posterior de la que salí y me di cuenta del hurto.
Al hijoputa cabrón que me chorizó la cartera: espero que pudieses revender mi cartera a buen precio, porque seguro que los 15 céntimos que llevaba no te aprovecharon para nada, mamón.